NO QUIERO una hija que sepa coser, que sepa bordar, que crea que la realización personal llega únicamente con el matrimonio y la maternidad. Que se siente con las piernas cruzadas, como “señorita”, mientras aguarda a ser rescatada.
NO QUIERO un hijo que acalle sentimientos de afecto, oculte gustos más sensibles (distintos a la norma), que deba mostrarse al mundo valiente, fuerte, proveedor.
NO QUIERO hijos dóciles, disciplinados y homogeneizados, que reproduzcan mandatos sin siquiera haber tenido la posibilidad o las herramientas para decidir con cierto margen de libertad.
Por el contrario, QUIERO hijos que no sientan vergüenza y no problematicen los colores que eligen vestir, los juegos que les divierten o a quienes, el día de mañana, decidan amar.
Pero este deseo debe, urgente y necesariamente, acompañarse de acciones individuales y fuerza colectiva, una toma de conciencia significativa que nos permita desandar los caminos trazados y sedimentados, para volver a CONSTRUIR.
Y no es tarea sencilla, porque vos y yo crecimos encorsetadas y encorsetados, creyendo que de “esi” no se habla. Y CALLAMOS.
Durante muchos años, la educación sexual se ciñó exclusivamente a la genitalidad, invisibilizando y desatendiendo tantísimos aspectos que también refieren a la sexualidad: cuidado del cuerpo, intimidad, consentimiento, respeto del otro, estereotipos de género, vínculos amorosos, diversidad de orientación e identidades sexuales.
PITO, PUTULÍN…
Si nos propusiéramos listar los apodos que el folklore lingüístico ha creado en torno a los genitales, probablemente la enumeración sería extensa y creativa. ¿Más de 15? ¿Más de 20 propuestas ridículas e infantilizantes?
Ahora bien, si repitiéramos el ejercicio para observar cuántas palabras se utilizan para referirse a los ojos, piernas, codos, orejas, la lista se ceñiría a no más de tres términos.
¿Por qué no tenemos mayor dificultad en decir oreja o mano, pero nos avergüenza la idea de enseñar a nuestro/a hijo/a que tiene un pene y testículos o vulva?
Hoy, junto a @consultorioesi, docentes especialistas en ESI y salud sexual y (no) reproductiva con perspectiva de género, te invitamos a reflexionar acerca de la importancia de que los más pequeños llamen a sus genitales por su nombre: pene y vulva.
Vale aclarar: El nombre adecuado para nombrar los genitales de la niña es “vulva”, no “vagina”. La vagina es parte de los genitales internos y la vulva es la parte externa que suelen señalar las niñas, que incluye los labios mayores y menores.
- Un ambiente en que llamamos a las cosas por su nombre es un ambiente en donde la palabra se habilita y la comunicación fluye con naturalidad. Construir un entorno de confianza, mostrar una actitud natural y disponible hacia estos temas, animará a ese niño/a, en un futuro, a pedir a sus mapadres la información sobre la sexualidad que necesiten en el futuro.
- Asignar apodos infantilizados o evitar mencionar los genitales puede transmitir involuntariamente que hay algo que “está mal” con esa parte de su cuerpo, que de ello “no se habla ni pregunta”.
- Una vez que los/as niños/as son capaces de identificar las partes de su cuerpo con el nombre correspondiente, entonces podemos enseñarles qué partes pueden ser tocadas por otros (sus manos, rostro, pelo, etc.) y cuáles no. Es una excelente oportunidad para comenzar a construir el concepto de privacidad e intimidad y adquirir progresivamente nociones de autocuidado e higiene. Y también para introducir el concepto de consentimiento como un criterio que aplica en todas las tramas vinculares.
- Conocer el nombre real de sus genitales les permitirá desarrollar una relación sana con su propio cuerpo desacoplandolo de mandatos y posiciones moralizantes Para que los/as pequeños/as puedan cuidarse y apropiarse de su cuerpo, es fundamental que lo conozcan, lo identifiquen adecuadamente y lo exploren.
“No debemos olvidar a la perspectiva de género como ese cristal que nos ayuda a mirar desde una lógica no binaria ni heteronormada. Esta mirada o clave de interpretación es la que permite la crianza de infancias libres, responsables y empoderadas”, agrega Silvina Barbieri, psicóloga y docente especialista en ESI.
Silvia Barbieri. Psicóloga y docente especialista en ESI
¿Te incomoda que tu hijo/a se toque los genitales?
La sexualidad, en sus formas más incipientes, se gesta desde los primeros meses de vida en las que un/a niño/a comienza a explorar y descubrir su cuerpo, identificar las sensaciones que produce. Estos comportamientos suelen acentuarse en los momentos de cambio de pañal, baño o tras controlar esfínteres.
Lo cierto es que las conductas exploratorias son normales, comunes y forman parte del desarrollo y aprendizaje humanos. Esta curiosidad no debe ser reprimida, pero sí es preciso indicarle que ese tipo de actividades son privadas y es deseable no realizarlas frente a otros. De forma gradual y adaptada a su edad, el pequeño irá reconociendo cuándo una conducta es socialmente apropiada y cuándo no.
Nuestro objetivo será que aprendan a conocer y a explorar su cuerpo en los momentos y lugares apropiados, de forma sana y segura.
Hay libros interesantes que, en un lenguaje sencillo, pueden ayudarte y acompañar. “YO PREGUNTO. Educación Sexual desde los primeros años” es un libro pensado para la primera infancia, para “esas niñeces que empiezan a explorar, preguntar, curiosear, autoconocerse”.
La sexualidad está presente desde edades tempranas, incluso antes de que puedan manifestar su curiosidad a través de palabras y preguntas. Y aunque la fantasía poblará sus teorías infantiles, es tarea indispensable de los mapadres alimentar desde los primeros días una educación sexual basada en la verdad, promotora de actitudes saludables y despojadas de estereotipos, con la palabra oportuna y la información adecuada a las posibilidades de comprensión de los niños.
Te invitamos a escuchar este podcast que armamos con estas mismas profesionales: