“Cada niño/a es único/a”: lo escucharás hasta el cansancio en boca de profesionales de todas las especialidades. También escucharás que los primeros 1000 días son una etapa crucial en el desarrollo infantil.
Cada pequeño seguirá su propio curso, su particular modo de ser, e irá conquistando nuevas destrezas ante los ojos atentos de sus mapadres que celebrarán cada paso con profunda admiración. Este crecimiento, asociado a cuatro áreas de desarrollo (cognitiva, comunicación y lenguaje, social y emocional, y motora), dependerá de la maduración del sistema nervioso central y la relación de ese pequeño con su entorno. Como verás, no es una ficha informativa con casilleros a tildar.
No obstante, aunque “cada niño es único”, el ser humano desarrolla conductas y habilidades en ciertas maneras predecibles. Se ha estudiado que logran voltearse solos entre los 4 y 6 meses, que comienzan a caminar promediando el año de edad y que bosquejarán sus primeras palabras entre los 12 y 18 meses. Es importante destacar que las edades asociadas a estos hitos son usualmente un punto medio, lo que significa que la mitad de todos los niños logran uno de ellos a una edad menor y la otra mitad adquiere la destreza a una edad mayor.
Si algo te preocupa, no permitas que la ansiedad te quite el sueño. Charlá con tu pediatra y resolvé tus inquietudes.
0-3 meses: La fase oral: ¿Por qué los bebés se meten todo en la boca?
Para Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, la etapa oral comienza con el nacimiento y se extiende hasta los 18 meses o un poco más. El autor describía esta fase como el momento en que “toda la energía física, emocional y sexual, relacionada con los impulsos instintivos del ser humano se enfoca en la boca”. ¿Sabías que en la zona bucal es la parte del cuerpo donde hay más terminaciones nerviosas por milímetro cuadrado? El bebé explora y percibe el mundo que lo rodea más intensamente con su boca que con los dedos, y preferirá hacerlo incluso cuando haya aprendido a agarrar los objetos con sus manos.
El primer tiempo, es común observar a tu bebé en una actitud de flexión fisiológica, heredada durante su estancia en el vientre materno. Es difícil conseguir una extensión corporal. Las mayorías de sus reacciones son primarias y su vista no está totalmente desarrollada, por lo que solo será capaz de localizar objetos a corta (25-30 cm de distancia) y mediana distancia.
¡Los bebés muestran preferencia por las caras –generalmente la de sus cuidadores primarios- y recuerdan las voces que oían mientras estaban en la panza de mamá!
Promediando los tres meses y en la medida en que continúen los estímulos ofrecidos, nuestro bebé mejorará su capacidad de sostener la cabeza y será capaz de agarrar objetos durante algunos segundos (abre y cierra sus manos).
¡Nada más bello en esta etapa que verlos sonreír voluntariamente en respuesta a nuestra sonrisa!
4-5 meses: Rodar, aplaudir y balbucear
A las sonrisas espontáneas le seguirán los primeros balbuceos expresivos (“a-guuu”) y la imitación de los sonidos que escucha. Incluso, notarás algunos cambios en sus maneras de llorar, que con el tiempo te permitirá identificar si siente hambre, sueño o está cansado.
En esta etapa, es importante describirle el mundo en palabras simples (“gato”, “comida”, “bebé”, “auto”, “casa”). Aunque no sean capaces de comprender, nuestro timbre de voz y expresiones faciales (comunicación no verbal) pueden transmitir ideas y emociones. Leerle a un bebé estimula el desarrollo del lenguaje y del pensamiento.
Los movimientos desalineados pronto se volverán más controlados y coordinados, con intensión. ¡Todo lo que ve lo invita a moverse para alcanzarlo! También tendrá la capacidad de seguir un objeto con la vista, moviendo sus ojos de lado a lado, o identificar gente conocida a la distancia.
Cuando lo recuestes boca abajo, verás que se apoya sobre los antebrazos y puede levantar la cabeza y la parte superior del tronco. Al inicio, intentará rolar pero le tomará un poquito de tiempo dominar el giro. Los primeros rolados son desde boca abajo hacia boca arriba (aprenden el movimiento contrario a partir del séptimo mes).
A los 4 meses de edad, un bebé puede sentarse con apoyo de su cuidador o respaldo. Importante: es importante no forzar las posturas. No te apresures en colocarlo en una posición que no logra sostener por sí solo. Lo hará cuando esté preparado, a sus propios tiempos de desarrollo.
De los 5 a 6 meses, la mayoría logra sentarse por medio de la posición de trípode: piernas abiertas y manos apoyadas en el medio.
6-8 meses: ¡Comenzamos a comer!
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a todas las madres la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses, con el fin de ofrecer a sus hijos un crecimiento, desarrollo y salud óptimos. A partir de esta edad y con la autorización de tu pediatra, tu peque comenzará a incorporar paulatinamente algunos sólidos, consolidando nuevos sabores. Existen distintos métodos para dar inicio a esta etapa (papilla, BLW-BLISS, método mixto), pero es recomendable que cada familia se informe y elija el modo que le dé tranquilidad. No obstante, sin importar por qué método optes, una premisa básica debe acompañarte durante el proceso: Los alimentos “complementan” la leche materna o de fórmula; no la reemplazan.
¿Tu bebé juega, escupe o arroja la comida al piso? ¡Es absolutamente normal! Jugar con la comida estimula el desarrollo cognitivo y es parte de sus procesos de desarrollo y exploración. En un inicio, notarás que toma los alimentos cerrando sus puños. Con el correr del tiempo, su pinza se refinará y adquirirá la habilidad de tomar entre sus dedos trozos más pequeños (8/9 meses).
Promediando esta etapa, muchos bebés comienzan a adoptar la postura de gateo y es posible que ya se impulse con las rodillas hacia delante y hacia atrás. ¿Tu bebé no gatea? No te preocupes: algunos peques directamente omiten esta etapa o adquieren formas de desplazamiento distintas hasta que aprenden a caminar. No existen estudios científicos sólidos que conecten la falta de gateo con consecuencias negativas.
Recordá que antes de empezar a gatear, el bebé debe haber conquistado otras destrezas: sentarse sin apoyo, mantener la cabeza erguida para ver a su alrededor y haber fortalecido los músculos de brazos, piernas y espalda lo suficiente para sostenerse en cuatro patas.
9-11 meses: ¡Esto no me gusta!
De igual forma que elegirá a sus juguetes preferidos, también demostrará con mayor claridad aquello que no le gusta. Sus conductas comunicativas, aunque aún no haya palabras, se vuelven cada vez más explícitas. No solo comprende las negativas, sino comunica que “no”, por ejemplo, cerrando la boca o apartándose cuando no quiere comer más.
Para alegría de sus mapadres, algún día sorprenderá con un balbuceante “mamá” o “papá”, aunque utilizarán la misma palabra para referirse a más de una persona u objeto. Responderá a su nombre, seguir órdenes muy sencillas y decir adiós con sus manos.
Entre los 8 y 9 meses, algunos niños/as experimentan cierta “angustia de separación” cuando sus cuidadores primarios, en particular su mamá, se alejan. Lejos de ser un retroceso en su desarrollo, es una etapa fundamental en el proceso de maduración. Claro está que no todos los niños la padecen, y muchas veces se manifiesta en distinta intensidad y duración en el tiempo. Aunque la dentición puede presentarse en distintos momentos, podrías esperar su primer diente en este periodo. ¡Ojo! No siempre. Mi pequeña comenzó su dentición recién al año y es absolutamente normal. El proceso se acompaña de baba al por mayor y una necesidad de morder cuanta cosa se cruza a su paso. Los helados con tu leche materna o los mordillos pueden calmar la inflamación y el dolor.
12 meses: ¡Feliz cumpleaños!
Al año de vida, los hitos de movimiento pueden presentar variaciones. Algunos niños lograrán gatear con mucha destreza de un sitio a otro: su primera experiencia de verdadera independencia física. Y otros, lograrán impulsarse para ponerse de pie y dar unos pocos pasos agarrándose de los muebles hasta adquirir la confianza suficiente para hacerlo sin apoyo.
Su curiosidad por el mundo continúa creciendo y explorará los objetos de muchas maneras diferentes (agitarlos, golpearlos, arrojarlos, dejándolos caer). Aun no son capaces de distinguir muy bien lo que es comida de lo que no, por lo que es imprescindible mantener una actitud atenta y evitar poner a su alcance objetos demasiado pequeños que podrían tragar (monedas, pilas botón, tapitas, accesorios).
En camino hacia una mayor autonomía, empiezan a ser participantes activa/os en las actividades de higiene y vestido, colaborando con su cuerpo. Es una buena oportunidad para “hacerlos parte del equipo” y asignarles pequeñas responsabilidades como, por ejemplo, arrojar su pañal a la basura o llevar los individuales a la mesa. Siempre en un marco lúdico, sin presiones.
¿Cómo acompañar en esta etapa?
- Proponer juegos repetitivos y desafíos motores como trepar, subir y bajar.
- Compartir canciones, títeres y cuentos (libros rígidos con ilustraciones).
- Dibujar con crayones y papel.
- Arrojar la pelota, preferentemente grande, de plástico o de tela.
- Armar un álbum familiar con fotos. ¡Te sorprenderá cómo es capaz de identificar a todos!
- ¡Hagamos burbujas!
- Introducir algunos utensilios, como la cuchara.
- Experimentar sensaciones con distintas texturas: arena, piedras, telas, hojas secas y todo lo que se te ocurra, distribuido en distintos contenedores.
Y recuerda: los hitos de crecimiento y desarrollo son conductas esperables en determinadas franjas etarias, pero cada pequeño seguirá su propio ritmo. Las comparaciones (en especial entre hermanos) lejos de fomentar el esfuerzo por ser “mejores”, merman seriamente el autoestima de los niños.
Si algo te preocupa, si identificas alguna señales de alarma que ameriten una consulta profesional, no demores en hacerlo antes de que la ansiedad te quite el sueño.